En República Dominicana, Ricardo es uno de los 3.000 niños y adolescentes malnutridos que, gracias a los suministros de alimentos de emergencia, recuperaron la salud y la esperanza.
Me llamo Ricardo. Tengo 17 años y vivo en República Dominicana. Mi hogar está en un pueblo muy pobre donde las familias viven apiñadas en casas destartaladas y sin baño.
Perdí a mis padres cuando era muy pequeño. Desde entonces vivo con mi abuela y mis primos.
Mi vida es difícil, pero nada es más duro que pasar hambre.
Desde pequeño conocí el dolor del hambre y comprendí que tenía que arreglármelas con la poca comida que tenía, intentando salir adelante con todas las fuerzas que me quedaban en el cuerpo.
Ingresé en el centro Compassion cuando tenía cinco años.
Allí encontré amor y amigos: los profesores son muy cariñosos conmigo y gracias a ellos pude superar el dolor por la pérdida de mis padres.
Me encanta todo lo que recibo de Compassion: las actividades, la oportunidad de conocer a Dios... ¡pero no puedo negar que lo que más me gusta son las comidas que nos dan!
La falta de comida siempre ha sido la norma en mi familia. Con la muerte de mis tíos y mi abuelo, debo admitir que sentí en mi cuerpo cómo el hambre y la pobreza nos consumían.
Concentrarse en el estudio requiere mucho esfuerzo. Cuando no podía comer, pensaba en abandonar la escuela, pero sabía que sólo estudiar me permitiría seguir adelante.
Por desgracia, las dificultades para sobrevivir hacen que muchos niños abandonen la escuela. Muchos se convierten en delincuentes, otros van a trabajar al campo. Conozco a muchos amigos que han tomado estos caminos para sobrevivir.
Debido a mi estado, el centro Compassion me concedió la posibilidad de recibir alimentos de emergencia. Dios me ha permitido recibir esta bendición, ¡es un gran privilegio!
Además de mejorar mi salud, la comida me da esperanza y me motiva para seguir adelante y estudiar hasta alcanzar mis objetivos. Ahora que puedo comer tres veces al día, me siento más fuerte y puedo estudiar mejor.
El hambre te destruye. He sufrido un dolor físico increíble, no tengo palabras para explicarlo, pero al mismo tiempo estoy agradecido a Compassion por ayudarme y bendecirme
Sé que algún día iré a la universidad y seré ingeniero, y que podré ayudar a mi abuela a salir de esta vida tan dura que lleva.
El centro Compassion me ayuda a seguir adelante. Sin esta ayuda, no sé dónde estaría: tal vez estaría en la calle delinquiendo o, lo más probable, ya muerto.
El centro Compassion es mi refugio. Cuando necesito ayuda, todos están allí, dispuestos a darme esperanza.
Sé que, gracias a la ayuda de Compassion, más de 3.000 niños y jóvenes que pasan hambre como yo están recibiendo alimentos de emergencia. También sé que las iglesias locales están recibiendo formación y equipamiento para seguir ayudando a los que sufren.
Admiro mucho a la iglesia y al centro Compassion: siempre están buscando nuevas formas de bendecir a los que sufren. Doy gracias a Dios por ellos, y sé que no soy el único.
Con tu ayuda, podemos darle a un niño la oportunidad de recibir ayuda y apoyo.
Apadrina ahora: juntos, podemos marcar la diferencia.