Millones de niños de todo el mundo se ven afectados por la crisis alimentaria mundial. Aunque el problema es global, se está luchando a nivel local para proteger a los niños más vulnerables.
En Ecuador, un centro Compassion anima a los niños a comer productos orgánicos y frutas producidas por agricultores locales.
El número de personas que sufren hambre a escala mundial ha aumentado de 282 millones a 345 millones en 2022, según el Programa Mundial de Alimentos.
La escasez de alimentos importados y los altos precios de los productos esenciales para la vida diaria representan un riesgo importante para los niños que viven en situación de pobreza, agravando cada vez más su situación.
En una comunidad situada en las afueras de la ciudad de Durán, en Ecuador, el centro Compassion junto a la iglesia han decidido hacer frente a la crisis alimentaria mundial para que los niños de esta comunidad estén protegidos de sufrir los golpes de este problema que afecta a millones de personas.
«Cada día los alimentos cuestan más y son más difíciles de encontrar. Por eso hemos decidido comprar más frutas y verduras producidas por agricultores locales, lo que nos ayuda a reducir el riesgo de escasez», dice Andrea, directora del centro.
Las frutas y verduras son alimentos fundamentales en la dieta de los niños. Afortunadamente, en Ecuador se producen grandes cantidades de fruta ecológica, y su precio se ha mantenido más bajo que el de muchos productos de otras provincias o países.
La iglesia local compra grandes cantidades de fruta para alimentar a los niños de la comunidad; cada semana, los niños también pueden llevarse a casa una cesta de frutas y verduras.
A los niños les encanta la fruta y están encantados de desayunar todas las semanas en el centro.
«¡Cuando vengo a la iglesia, lo que más me gusta es comer sandía por la mañana!», dice Justin, un niño del centro.
Los más pequeños no comprenden del todo la grave crisis que asola el mundo. Sin embargo, la iglesia les enseña a ser agradecidos y a no desperdiciar los alimentos que reciben, ya que muchos niños pasan hambre en otras partes del mundo.
«Oramos a diario por todos los niños del mundo que no tienen comida», dice Itzel, una niña apadrinada.
También se está planeando ayudar a los padres de los niños a plantar huertos en sus casas muy pronto para que puedan sembrar y cultivar sus propios alimentos.
Aunque estos esfuerzos sirven para socorrer a algunas de las personas más vulnerables de la zona, en el resto del mundo el número de personas que padecen hambre extrema sigue aumentando. Ante esta situación, la Iglesia se mantiene firme en la creencia de que Dios controla la difícil situación que atraviesa el mundo.
«Debemos ser buenos administradores de los recursos que Dios nos da», dice Andrea. «Por eso hemos aumentado el consumo de frutas en desayunos, zumos, postres y sopas. Mientras Dios nos permita seguir trabajando, haremos todo lo que esté en nuestras manos para que ningún niño pase hambre».
Con tu ayuda, podemos darle a un niño la oportunidad de recibir ayuda y apoyo.
Apadrina ahora: juntos, podemos marcar la diferencia.