Una iglesia colaboradora de Compassion trabaja para que la celebración de Pascua se convierta en esperanza y luz. Siete niños comparten lo que significa para ellos la resurrección de Jesús.
En una remota comunidad en lo alto de las montañas andinas, una iglesia colaboradora de Compassion trabaja para que la celebración de Pascua (o como aquí la llamamos: Semana Santa) deje de ser fiestas oscuras y tristes que asustan a los niños y se conviertan en celebraciones llenas esperanza y luz.
Siete niños comparten lo que significa para ellos la resurrección de Jesús.
Llenos de alegría, los niños corren por el campo, felices y sonrientes, saltando y celebrando. Tal vez sean aún pequeños e inocentes, pero son conscientes del sacrificio realizado por Jesucristo en la cruz del Calvario.
Estos niños viven entre las montañas de los Andes, rodeados de vientos fríos que descienden desde el altiplano hasta un lago helado. Tienen las mejillas quemadas por el sol y el viento helado, pero aun así sonríen con esperanza.
Hoy es un día especial para estos pequeños: celebran que Jesús dio su vida en la cruz por nuestros pecados. La iglesia y el centro de Compassion han enseñado a estos niños la importancia de la Pascua, no sólo por el sacrificio, sino también por la resurrección. Hoy estos pequeños tienen un gran mensaje que compartir con el mundo.
«Es un día de celebración porque Jesús nos dio la vida eterna y la libertad», dice Sara, de 10 años.
La Semana Santa en Ecuador se celebra con procesiones y marchas fúnebres, gente vestida de negro, velas y personas que representan la muerte de Jesús. Estos desfiles suelen ser oscuros y deprimentes.
Muchos niños temen este momento porque a Jesús se le suele representar sufriendo y lleno de dolor. Sin embargo, los centros Compassion comparten esta historia con esperanza y amor.
Las iglesias eliminan la oscuridad de esta celebración y la sustituyen por luz y esperanza, enseñando a los niños a celebrar la resurrección de nuestro Salvador.
Los niños se reúnen en el campo para escuchar la historia del sacrificio de Jesús. Escuchan con atención y están intrigados; están llenos de preguntas. Les gusta mucho oír el final de la historia, cuando Jesús vence a la muerte.
«Jesús es como un superhéroe porque resucitó. Ningún otro superhéroe puede hacer eso», dice Cristian, de 10 años.
Este momento también permite a los niños reflexionar sobre sus propias vidas, ya que comprenden que el sacrificio de Jesús fue por todos nosotros y por el inmenso amor que siente por sus hijos. En el centro, los niños se piden perdón unos a otros en señal de arrepentimiento. Aprenden a cuidarse y respetarse, tomando a Jesús como ejemplo.
En lo alto de las montañas, los niños de la comunidad de Colta aprenden a compartir la luz de Pascua, con la esperanza de un futuro mejor.
Después de escuchar la historia de la resurrección, siete niños inteligentes y divertidos compartieron con nosotros la importancia del sacrificio y la resurrección de Jesús en el Calvario.
«Celebramos que Jesús vino a vencer a la muerte», Mateo, 8 años.
«Celebramos que Jesús es más poderoso que la muerte», Abigail, 7 años.
«Jesús murió por nuestros pecados para que podamos ser buenos y hacer cosas buenas», Cristian, 10 años.
«Porque por ese sacrificio podemos ir al cielo a vivir con Él», Vilma, 9 años.
«Es importante porque Jesús nos demostró que nos ama muchísimo», Abigail, 7 años.
«Nos enseña que no tenemos que vivir con miedo porque Jesús es súper poderoso», Cristian, 10 años.
«En casa lo celebramos orando y dando gracias a Dios», Salomé, 10 años.
«En el centro, celebramos que Jesús está vivo, bailando y cantando», Mateo, 8 años.
«Lo celebramos cantando canciones y orando», Sara, 10 años.
«Que Jesús murió por todos, por los buenos y por los malos, pero Jesús quiere que seamos buenos», Salomé, 10 años.
«Me gustaría decirle al mundo que Jesús es nuestro salvador y que murió por ti y por mí», Sara, 10 años.
«Jesús vino de muy lejos para salvar al mundo, a los que hablamos español y a los que hablan inglés también. Porque Jesús también habla inglés y chino», Mateo, 8 años.
«Jesús murió por nosotros para que tengamos vida eterna en el cielo. En el cielo no hace frío y hay mucha comida y dulces. Todos debemos ser buenos para ir al cielo con Jesús», Abigail, 7 años.
Con tu ayuda, podemos darle a un niño la oportunidad de recibir ayuda y apoyo.
Apadrina ahora: juntos, podemos marcar la diferencia.