Esperanza y Felicidad (pseudónimos por motivos de seguridad) han sufrido años de violencia por parte de su padre. Ahora, a salvo, superan poco a poco el trauma.
Cae la noche y trae consigo el miedo. Las dos hermanitas están cansadas, pero no pueden dormirse. Tienen miedo de lo que les pueda deparar la noche.
Su padre ha vuelto borracho y discute con su madre. Se cae una silla, se rompen unas tazas y amenaza con matarla.
Esperanza y Felicidad se tapan la cara, pero ya saben lo que está pasando. Tienen miedo, lloran y solo esperan que todo acabe pronto.
Durante mucho tiempo, estas dos niñas fueron testigos y víctimas de abusos físicos y emocionales.
«En cuanto descubrimos los malos tratos, actuamos de inmediato», dice el director del centro Compassion. «Su madre nos confirmó que su marido había conseguido una pistola y amenazaba con matarlas».
En Bolivia, ocho de cada diez niños sufren diversas formas de violencia. En el 97% de los casos denunciados, la violencia y los abusos sexuales a menores son cometidos por familiares.
Con la ayuda de las autoridades, el centro Compassion obtuvo una orden de alejamiento del padre mientras recogen pruebas para detenerlo.
El siguiente paso es un proceso de recuperación postraumática: la integridad de las niñas estaba comprometida, debido a la violencia física, psicológica y sexual sufrida por su padre.
«Las niñas tenían miedo, no querían estar solas. Esperanza y Felicidad nunca se separaban, como si quisieran protegerse mutuamente», nos cuentan trabajadores del centro.
El apoyo que la familia está recibiendo de los profesionales de Compassion está marcando la diferencia.
«Antes de recibir ayuda de Compassion, Esperanza no quería ir a la escuela, siempre estaba triste y llorando. Ahora le encanta estudiar. No sé qué habría sido de mis hijas si no hubieran formado parte del programa de Compassion. Su padre siempre me amenazaba y probablemente yo ya no estaría viva», dice la madre, secándose las lágrimas.
«Los cambios son evidentes: Esperanza ha empezado a jugar y a hablar con los otros niños, mientras que Felicidad sonríe y anima siempre a su hermana», confirma la profesora.
Las niñas están aprendiendo a no sufrir su dolor en silencio. La madre también se anima poco a poco; se ha dado cuenta de que tiene que cambiar su vida para no poner en peligro la de sus hijas.
El centro sigue apoyando a las niñas, visitándolas regularmente y proporcionándoles ayuda adicional a través del Fondo para la Infancia Vulnerable.
Mientras sonríe, Felicidad confirma: «Ahora soy feliz, disfruto mucho yendo al centro Compassion».
«Me encanta pasar tiempo en el centro Compassion y aprender sobre la Biblia. Soy feliz porque mi madre ahora es feliz», añade Esperanza.
Los abusos sexuales y la violencia tienen enormes consecuencias a largo plazo para las víctimas. Por eso es importante intervenir lo antes posible y apoyar a las familias.
Gracias a las cartas de sus padrinos, la madre encontró la fuerza para hablar abiertamente y dejar de intentar ocultar el sufrimiento de su familia.
Nuestros trabajadores, junto con los voluntarios de las iglesias locales, saben cómo actuar para garantizar el amor y la seguridad de los niños.
«He sentido el apoyo de los trabajadores de Compassion. Aparecieron cuando necesitaba ayuda, sé que puedo contar con ellos», concluye la madre.
Ayúdanos a defender sus derechos, garantizándoles educación, atención médica y protección ante el abuso y la violencia.